lapiz blannco jesus govea

Hoy me he dado cuenta que toda mi vida he contado con más de un lápiz blanco en mi caja multicolor, y por estos «lápices blancos» va mi siguiente reflexión.

Desde pequeño, junto a mi gusto por los bloques de construcción, dibujar era mi otra afición (ya creo que era sencillo pronosticar que de grande me convertiría en un Arquitecto), aunque en aquellos tiempos poco me interesaba descubrir eso de ganarse la vida.

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Photo by Kelli Tungay on Unsplash

Como decía, de niño y durante toda mi vida estuve rodeado de lapices de colores, o como le decimos en mi país Venezuela: Creyones.

Con el ávido uso de los colores, llegaron varios conocimientos que me ha acompañado hasta hoy:

  • Aprendí a mezclar colores, que que el azul y amarillo resulta en un verde que variará de tono de acuerdo a la mezcla que se utilice.
  • Aprendí a dibujar en un solo sentido, para lograr un dibujo más prolijo.
  • Aprendí que el rosa es para las niñas, y que mi color menos favorito es el turquesa (nunca he podido manejar bien la indefinición de este color, tan azul, como verde a los ojos de muchos, a los míos un total despropósito).

Ya entrado en años, finalmente aprendí mucho sobre la importancia del lápiz de color blanco, que hasta ese momento creía que ocupaba solo una cuota obligatoria (al igual que inútil) dentro de la caja de «creyones».

Del lápiz de color blanco aprendí que:

  • Se utiliza para matizar el resto de colores.
  • Para darle efecto de brillo a los objetos dibujados.
  • Su genialidad al dibujar con el lápiz blanco sobre papel negro.

Hoy me he dado cuenta que toda mi vida he contado con más de un lápiz blanco en mi caja multicolor, y para estos lápices blancos va mi siguiente «poema».

EL LÁPIZ BLANCO

Allí, a la izquierda del todo, siempre te encontré.

Sin importar el número de colores que componía la caja, siempre a la izquierda.

A la espera, callado, observante frente la sinfonía cromática que yo creaba con tus pares de tintas más atrevidas y vibrantes.

Esperando que mi mano siempre apurada y distraída te tomara por instantes, antes de depositarte de nuevo en tu puesto, a la izquierda del todo.

De niño, te veía entero, nuevo, impoluto frente al resto de tus vecinos coloridos.

Mi consciencia era tan corta como mi edad para entender que la luz blanca que representas se descompone y crea el resto de colores del arco iris.

Así te entiendo ahora, siempre primigenio, originario del todo.

Cada vez que mi vida necesitaban un extra, allí estabas tu, para dar esos toques de brillo, luz, matiz, y realidad.

Me ayudaste a unir los más violentos rojos con los más tristes azules de mi paleta, en un degradé más fácil de vivir.

Cuando la vida se me presentó oscura, tu me ayudaste a iluminarla, a vivirla, frente a un lienzo tan negro como la más oscura noche, que solo tu pudiste llenar de estrellas.

Hoy, que la cuchilla del tiempo ha tomado tanta de tu madera, me doy cuenta que fue el precio que pagaste para ayudarme a hacer más hermosos mis dibujos, y así mi vida misma.

Mi querido lápiz de color blanco, te veo menguado, y me enfrento con el miedo de saber que al igual que tus otros compañeros de colores, te vas a gastar finalmente.

Quiero decirte que ahora entiendo tu lugar, siempre a la izquierda del todo.

Que entendí que siempre has estado primero en la caja, como primero en mi vida, porque era el mejor lugar para observar el variopinto transcurrir de mis días.

Querido lápiz de color blanco, antes que pase más tiempo, quiero agradecerte por todo durante todos tus años, y los míos.

Para finalizar, querido lápiz de color blanco, quiero decirte que desde hoy te llamaré MAMÁ.

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